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Mostrando entradas de marzo, 2020

Una tarde de esas

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Con la singularidad de su quietud y la algarabía de sus olas, lo impactante de su nitidez, simplemente fue una visita genial a esta playa escondida detrás de un camino intransitable en invierno y que aún en varano nos costó recorrer. Es un lugar para volver cuando soplen mejores los vientos y que aún los amigos caminen con ánimo de seguirte o de que les sigas. El tiempo pasa y cada vez se alterna más lejano el pasado diluyendose en recuerdos de planes olvidado. 

Playa Herradura

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en el Pacífico central antes de llegar a Jaco, nos desviamos a la derecha llegando a este precioso lugar. Refrescantes árboles de almendros, la brisa suave y las bondadosas nubes hicieron de una mañana en la playa una hermosa experiencia. Y es que el ronronear de las olas en con la marea baja le da al alma una tranquilidad natural. Un buen lugar para olvidarse del trabajo y la saturación de las ciudades. Un escape siguiendo el llamado del mar, esas ganas de caminar descalzo en la arena y dibujar tu nombre o el de la persona querida, en la playa. 

Bollos de maíz viejo

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Bollos de maíz viejo, así me enseñaron que se llamaba. Son deliciosos con café recién preparado. Estén envueltos en hojas de caña de azúcar cortadas temprano en la mañana y amarrados con "cogollo", cogollo del que se usa para tejer los sombreros típicos de Panamá. Listos para colocarlos en la olla de agua hirviendo después de haber trabajado en la masa del maíz hervido y molido a mano.

Hormigas de paso

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Su ya conocido eslogan de; juntas podemos, estas hormigas hacen su recorrido por la entrada de mi casa. Una fila que parece interminable y con la fama de plaguicidas precediendoles no queda saltamontes que no le tiemblen las saltadoras patas para poner espacio de por medio. Cada cierto tiempo aparecen por mi propiedad haciéndose de cuanto insecto se encuentren, si, insectos, estas no son hormigas podadora (arrieras como le llaman en Panamá o sompopas como les dicen en Costa Rica) no, estas son otro tipo de hormigas, don Jorge les llamaba hormigas soldados, doña Ana les decía marabundas... A saber como se llamaran. 

de viaje

De esas visitas de las que no te podrás olvidar, por la familiaridad del trato y lo amigable del lugar.  La atención insuperable del siempre atento Miguel, genialidad y excelencia en hospitalidad de la misma forma que lo hacía al momento de referirnos a algún lugar de interés fuesen estos las cataratas, las playas o los restaurantes, de los cuales se cuentan en buen número relativamente cerca de el Tucan Hotel. Sin duda el anhelo de regresar pronto se anida en el corazón de quien entrega las llaves al salir de este acogedor lugar que invita al convivo de sus huéspedes con una cocina comunitaria y espacios para el intercambio de anécdotas y experiencias de viajes y planes al futuro.